Historia de la violencia en fútbol inglés, argentino y su expansión por Europa y Latinoamérica
- andrespalena870
- 22 abr 2015
- 11 Min. de lectura
La violencia en el fútbol lejos está de ser novedad. De hecho, desde el propio surgimiento de este deporte la violencia lo acompañó. En la Inglaterra del siglo XIII, los partidos involucraban a cientos de jugadores y se convertían en campos de batalla donde se enfrentaban los pueblos rivales.
En 1898 apareció por primera vez la palabra Hooligan, en un informe policial que describió una pelea entre dos bandos. Una teoría sostiene que uno de los involucrados se apellidaba Hooligan. Catorce años más tarde, en 1912, se registró la primera batalla entre hinchas de fútbol, en un partido entre Manchester United y Liverpool.
Pero no fue hasta los años 60 que los hooligans tomaron identidad. Eran los hinchas más fervorosos. Cerveza en mano, buscaban pelea con propios y, sobre todo, extraños. El campo de batalla eran las inmediaciones del estadio o el propio estadio. Antes, durante y después del partido. Poco a poco fueron creciendo y en los 80 alcanzaron su pico máximo de popularidad, barbarie e impunidad. Hasta llegaron a recibir dinero por parte de las instituciones para costear sus gastos de viaje e ingreso a los estadios.
Por esos tiempos, ser hooligan se convirtió en una moda, sobre todo para hombres jóvenes. Los puntos en común descritos por el periodista estadounidense Bill Bufford en su libro "Entre vándalos" son "la cerveza, la Reina, Thatcher, ir a Europa y ellos mismos".
El punto "ir a Europa" no es un detalle. Los hooligans se potenciaban en los partidos internacionales. Sobre todo, por la Champions League. De hecho, el principio del fin hooligan fue la final de la Champions de 1985, que enfrentó a Juventus y Liverpool, en Heysel, Bélgica.
La tragedia de Heysel

El fenómeno hooligan no solo se había popularizado en Inglaterra, sino también en gran parte de Europa, sobre todo en Italia, donde nacieron los "ultras" (hooligans italianos cuya ideología está más vinculada a la política, con extremistas de izquierda y derecha, dependiendo el club al que siguen). En la final de la Champions League (por entonces Copa de Europa) de 1984 entre Liverpool y Roma, disputada en Roma, los "ultras" aprovecharon la localía y apalearon a los hooligans.
Para la final del mismo certamen en 1985, Juventus y Liverpool se vieron las caras en Heysel, Bélgica. Los hooligans fueron a buscar su venganza contra los ultras, hecho también promovido por los medios sensacionalistas ingleses.
Tragedia de Heysel.

Una vez en el estadio, una hora antes del partido, los hooligans comenzaron a agredir con elementos contundentes y a presionar a empujones a la parcialidad de Juventus, ubicada en la tribuna contigua.
Esto produjo un retroceso masivo de los tifosi (aficionados italianos), quienes aplastaron a un centenar de personas contra los muros del fondo y las rudimentarias vallas de seguridad. Los accesos al estadio estaban cerrados para impedir el ingreso de ultras que habían quedado afuera, por lo cual tampoco pudieron salir quienes estaban dentro.
El caos fue total y el saldo de 39 muertos y centenares de heridos. El partido se jugó de todas formas, con los cuerpos de las víctimas a un costado del campo.
Tal fue el repudio de todo el mundo ante semejante espectáculo, que la UEFA decidió suspender al fútbol inglés con cinco años sin participación en torneos internacionales. Para Liverpool dicha prohibición fue de diez años, después reducida a seis.
El estadio estaba abarrotado con 60.000 espectadores, con más de 25.000 aficionados de cada equipo. Los fondos del estadio, detrás de las porterías, eran zonas sin asiento donde el público estaba de pie.
La UEFA repartió a las aficiones de cada club en diferentes zonas, y reservó unas zonas de para los aficionados belgas que quisieran asistir al partido. Pero muchas de las entradas reservadas al público local fueron adquiridas por aficionados de los dos equipos que, de esta manera, coincidieron en una misma zona.
Los sucesos se desencadenaron sobre las siete de la tarde, una hora antes de la hora del inicio del encuentro, en la zona Z, una zona de a pie situada en uno de los fondos del estadio junto a un córner. La zona Z estaba mayoritariamente ocupada por aficionados de la Juventus, pero era anexa a la zona X, donde había muchos aficionados del Liverpool.
Los aficionados más radicales del Liverpool situados en la zona X, muchos de ellos en estado de embriaguez[cita requerida], empezaron a tirar objetos y se abalanzaron sobre los aficionados del Juventus situados en la zona Z: se produjo una avalancha y los aficionados de Juventus, intentando alejarse de los del Liverpool, se acumularon en el fondo de la zona, aprisionados por una parte contra el muro donde finalizaba la gradería, y por otra parte contra las vallas "protectoras" que separaban las gradas del terreno de juego.
Cientos de aficionados de Juventus quedaron aprisionados contra las vallas, que eran fijas y no tenían salidas de emergencia, bajo la presión de miles de aficionados.
La situación encrespó a los aficionados situados en el resto del estadio, impotentes desde sus localidades. Algunos aficionados, tanto de uno como de otro equipo, llegaron a saltar al campo armados con palos y otros objetos, y se dirigieron a las zonas de la afición rival con ánimo de agredirla.
Las fuerzas de seguridad se dedicaron entonces a tomar posiciones para evitar que la situación fuese a más. Hicieron cordones de seguridad intentando separar las zonas del estadio, convirtiéndolas en zonas estancas para evitar que se produjeran más invasiones de una zona a otra. Sin embargo, no intervinieron con la suficiente celeridad para restablecer el caos que se había producido en la zona Z. Además, al cerrar los accesos a la zona Z para que no pudiesen entrar aficionados, también impidieron que pudieran salir los que había en ella, hecho que convirtió la zona Z en una jaula donde cientos de aficionados seguían amasados y aplastados por la presión de la multitud.
La situación se prolongó durante muchos minutos a la espera de la llegada de especialistas que pudieran sacar las vallas que aprisionaban a los aficionados. Se produjeron cientos de casos de asfixia, aplastamiento y crisis de ansiedad.
Algunos aficionados incluso pudieron ser evacuados al terreno de juego por otros aficionados y por las fuerzas de seguridad, pero el número de agentes sanitarios fue insuficiente ante la situación y muchos aficionados recibieron los primeros auxilios de otros aficionados.
Finalmente las ambulancias llegaron a entrar al mismo terreno de juego y empezaron a evacuar a cientos de heridos, pero no se pudo evitar la muerte de 39 aficionados. La mayoría fallecieron por asfixia y aplastamiento. Muchos cadáveres fueron depositados en un espacio anexo al mismo terreno de juego, visibles desde otras zonas del estadio.
Los sucesos causaron un gran impacto mundial ya que ocurrieron pocos minutos antes del inicio del partido, cuando las televisiones ya estaban emitiendo las imágenes en directo para todo el mundo. Sólo se conoce el caso de una televisión que decidió suspender la emisión, la de la República Democrática de Alemania.
Ante la caótica situación, la UEFA sopesó la suspensión del encuentro, pero finalmente decidió que se jugase ante el riesgo de que la suspensión conllevase peores consecuencias. Esta decisión fue duramente criticada por la opinión pública.
Efecto Heysel y tragedia de Hillsbrough

Los hooligans dejaron de ser "cool". En tanto, la imposibilidad de participar en los torneos más importantes de Europa, dejó al fútbol inglés de rodillas. Los aficionados comenzaron a alejarse, los ingresos por parte de anunciantes y TV se redujeron drásticamente, los grandes jugadores y entrenadores optaron por emigrar a otras ligas que les permitan jugar torneos internacionales, por cuestiones de prestigio y dinero. Asimismo, las figuras mundiales no elegían el fútbol inglés para continuar sus carreras.
Tragedia de Hillsbrough.

Pero no fue hasta 1989 que el Estado decidió tomar partido de manera contundente. En Hillsbrough, Sheffield, se disputó la semifinal de FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest. Una avalancha determinó la muerte de 94 personas, todas hinchas de Liverpool.
Si bien el hecho no estuvo ligado directamente a los hooligans, Margaret Thatcher agotó su paciencia y, luego de un año de estudio, lanzó en 1990 el "Informe Taylor" y el "Football Spectators Act".
Estos proyectos son un compendio de medidas de prevención, ligadas a la infraestructura de los estadios y mecanismos de seguridad como la implementación de butacas individuales, la eliminación de vallas de seguridad alambradas, se mejoraron los accesos para evacuar rápidamente el estadio en caso de emergencia, se priorizaron las ventas de abonos de temporada y se instalaron cámaras de video; entre otras medidas. Además, también se aplicó el derecho de admisión, con penas muy duras y mucho poder a la policía.
Los hooligans no desaparecieron por completo, pero están por demás relegados tanto dentro del fútbol como fuera de las canchas. De la misma forma, en el resto de Europa los ultras corren con la misma suerte. Aunque vale remarcar que en Italia, al estar tan vinculados a posiciones políticas radicales, los ultras cuentan con favores políticos y operan para ellos.
Se conoce como la "Tragedia de Hillsborough" el suceso ocurrido el sábado 15 de abril de 1989 en el estadio de Hillsborough, enSheffield (Inglaterra), en el que fallecieron 96 personas aplastadas contra las vallas del estadio a causa de una avalancha. El suceso tuvo lugar durante el partido de fútbol entre el Liverpool y el Nottingham Forest, correspondiente a las semifinales de la Copa de Inglaterra.
Las 96 personas fallecidas eran aficionadas del Liverpool.
La investigación posterior concluyó que las causas no habían tenido que ver con ninguna acción violenta por parte de los aficionados, sino a causa del exceso de aforo y el mal estado del estadio, que no cumplía los requisitos de seguridad necesarios.
La "Tragedia de Hillsborough" se produjo cuatro años después de la "Tragedia de Heysel", en la que también habían estado implicados los aficionados del Liverpool, y que les había costado a los equipos ingleses una sanción de la UEFA de seis años sin participar en competiciones europeas.
Pese a que los hechos de Hillsborough no habían estado directamente provocados por actos violentos, fueron la espoleta para que el gobierno de Margaret Thatcher se decidiese a actuar con contundencia y dictara la "Football Spectators Act" y el "Informe Taylor" para erradicar el fenómeno del "hooliganismo" y mejorar la seguridad en los estadios.
El futbolista Steven Gerrard, actual capitán del Liverpool, se vio afectado por el accidente. Ha reconocido que un primo suyo de 10 años que murió en la tragedia de Hillsborough es su gran inspiración.
El 12 de septiembre de 2012, una comisión de investigación independiente publicó una resolución por la que se deduce que la policía fue la más directamente responsable de la seguridad del estadio aquel día y, por lo tanto, la culpable de la tragedia. El primer ministro británico David Cameron ofreció sus disculpas en la Cámara de los Comunes. La mayoría de las familias de las víctimas sintieron que finalmente se hizo justicia
Origen y apogeo de las barrabravas
En nuestro continente, el fenómeno hooligan adoptó el nombre de barrabravas y se inició en nuestra querida Argentina, en la década del 20. Más tarde, se diseminó por toda América Latina.
En sus inicios, el barra argentino era un personaje pintoresco para el resto de la sociedad. De mucho fervor y pasión por su club, no dudaba en utilizar la violencia ante sus pares de otros clubes, pero sin llegar casi nunca a extremos lamentables.
Esta aceptación inocente del "atorrante incorregible" lo legitimó, pese a las 12 muertes relacionadas con barras entre 1924 y 1957. Con el correr de los años, los barras comenzaron a instalarse en los clubes, recibir dinero para costear sus viajes y entradas, y amenazar a árbitros y jugadores del equipo rival cuando jugaban en su estadio. Asimismo, crecía el número de víctimas fatales, ya que entre 1958 y 1985 se registraron 109 muertes, según relevó Amílcar Romero en su libro "Muerte en la cancha".
A partir de la década del 80 se acentuó su ascenso nefasto. El barra advirtió que podía pedir más de lo que necesitaba y que hasta podía exigir y extorsionar. Trascendió los límites diligénciales y trasladó sus exigencias a los jugadores. Afianzó su poder, e incrementó su popularidad y número de seguidores. Todo en las sombras.
El ascenso más vertiginoso del barra tuvo lugar en la década del 90. Comenzaron a registrarse numerosas muertes en enfrentamientos entre bandos: más del 46% de las muertes totales en nuestro fútbol desde 1967 hasta 2008 se produjeron en los 90 (67 de 144); según un relevamiento de la ONG "Salvemos al fútbol".
La figura del barra pasó de ser la de un "atorrante incorregible" a asemejarse más a la de un gangster italoamericano. Su organización, de la misma forma, cada vez más similar a la de la Cosa Nostra, con capos, tenientes y soldados que responden a un mensaje unidireccional y verticalista. Sus intereses comenzaron a incluir cuestiones externas al fútbol y llegaron hasta involucrarse de lleno en la política.
De manera sorprendente (o no tanto), su popularidad también creció y en las tribunas los hinchas ajenos a la barra comenzaron a pedirles autógrafos y fotografiarse, cual si se tratara de una celebridad del fútbol.
Mauro Martín, jefe de la barrabrava de Boca.
Hoy en día, como es de público conocimiento, los barras obtienen pilas de entradas para revender, tienen la "concesión" de los "estacionamientos" por medio de barras disfrazados de trapitos, libertad de acción para la venta de drogas dentro del estadio, porcentajes en los pases de los jugadores, intervención en distintos negocios del club y hasta "sueldos" de decenas de miles de pesos. Fuera de la cancha, también ofician de guardaespaldas de jugadores y de brazo de fuerza de organizaciones sindicales y partidos políticos de todos los colores.
No conformes, también se organizaron legalmente a través de la ONG "Hinchadas Unidas Argentinas", donde se nuclean barras de todo el país y trasladan sus exigencias a la Asociación del Fútbol Argentino. Las mismas incluyen dinero, pasajes, entradas y otras yerbas para los eventos organizados por Conmebol y FIFA a los cuales asiste la selección argentina.
Hasta 2010 el número estimativo de muertes en el fútbol vinculadas a las barrabravas es 250, según la ONG "Salvemos al fútbol". En tanto, hasta el año 2000, solo 16 casos terminaron con condenas repartidas entre 33 personas, según el artículo "El fantasma de la impunidad", del diario Clarín.
Propagación por América Latina Fue en la década del 90 que los demás países de Latinoamérica comenzaron a copiar a los barrabravas. Así, el fenómeno fue copiado en países como Colombia, Chile, Bolivia, Perú, Paraguay, Brasil, Uruguay, Ecuador, Venezuela, Honduras, Guatemala, Costa Rica y México; donde adquirieron notoriedad, se desarrollaron y ahora gozan de estructuras y beneficios similares a sus mentores argentinos.
Cuando se habla de mentores no es en sentido figurado. Desde la ONG "Hinchadas Unidas Argentinas" los barras se organizan para viajar a distintos países de Latinoamérica con el fin de brindar conocimientos a sus pares de los países hermanos, en una suerte de seminarios nefastos y bochornosos, por los cuales cobran dinero; por supuesto.
"El modelo estético y el referente más claro que se toma del "barrismo" aquí en Colombia fueron las barras argentinas. Ése fue el ejemplo a seguir, tanto por la estética como por los cánticos", explicó en alguna oportunidad a BBC Mundo Pipe Garcés, ministro de Desarrollo de la Barra Barón Rojo Sur de Cali.
Todo esto se debe a la sociedad, esto ha cambiado mucho ya no se habla de futbol si no es peleando o gritando.
No vamos a alentar mas como antes, vamos a insultar a árbitros y jugadores, pero acuérdense que hay jugadores que son chicos y además hay chicos que van a ver a su equipo porque quiere aprender, yo no quiero que mi hijo o hijo de un amigo aprenda a insultar a los demás por cosas pequeñas.
Si nosotros no cambiamos esto viene para peor, la violencia no está avanzando y no hacemos nada por mejorar.
Hoy le echamos la culpa a los barrabravas, pero muchos lados no existen estos delincuentes, somos nosotros los que vamos a insultar en vez de alentar a nuestros jugadores y nuestros colores, que eso es lo más hermoso alentar y cantar y aplaudir lo que hacen nuestros jugadores, pero al mismo tiempo no insultemos a los rivales recuerden son chicos también son personas y no creo que nos guste que nos insulten.
Las tragedias nombradas anteriormente se dieron por errores en la organización en parte por superar la cantidad de aficionados con respecto a la cantidad de asientos o por seguridad.
Lo que está pasando acá es peor, porque somos nosotros lo que estamos equivocados, lo que estamos errados. El futbol es un deporte social que se puede conocer a diferentes personas, hagamos que nuestros hijos crezcan con futbol sin violencia, sin insultos. Enseñemos y aprendamos, siendo grandes también se puede aprender. Aprendamos a mejorar como personas, no insultemos en las canchas y vayamos a alentar que es lo más lindo. Alentemos todos que juntos podemos, juntos podemos mejorar esto, juntos podemos cambiar. Juguemos un futbol sin violencia.
Comentarios